Con ingenio y asesoramiento he conseguido falsificar un título universitario, y heme aquí... ¡ahora soy psicólogo! Es fácil, tan solo basta un título de verdad, un escáner-impresora, una lámina de PVC tamaño folio y un cartucho de tinta de color. El resto ya os lo imaginais.
Total, que habiendo incurrido en el delito de falsedad documental he conseguido entrar en una empresa de cátering (Prats-Fatjó) dentro del departamento de recursos humanos, concretamente como responsable de terapia motivacional. Enhorabuena, psicólogo. Vaya santa mierda, tomadura de pelo. Recursos humanos: darle dos vueltas diarias a los cojones de los empleados para mantenerlos firmes y prietas las filas. Terapia motivacional: engañar a la gente para que se coma su propia mierda y encima la encuentre buena.
Doy unas charlitas semanales ante un grupo que cuadros intermedios, todos de la rama administrativa. Me encanta. Me luzco con unas filípicas del todo inverosímiles, pero ya se sabe: cuanto más gorda la metes, la gente más y mejor se la tragan. Además soy psicólogo y todo lo que dice un psicólogo suena a psicológico aunque no se entienda . Les digo:
-La genetica es nuestra principal enemiga. La genética va en nuestra contra, básicamente porque constantemente nos quiere matar. Y mejor se lo ponemos cuando somos débiles, enfermos, deformes. La genética quiere hacer limpieza., y no se lo podemos permitir: la debilidad la llevamos escrita en la cara, y ella lo sabe... y si solo fuese la debilidad... fíjense que si Martínez tiene cara de imbécil... ¡coño, es que Martínez es imbéci!!
Y algunas -la mayoría són mujeres- hasta se ríen. Pobrecitas.
Entre ellas está Jéssica, una empleadita de veintipocos de lo más tierno que he visto en tiempo. Cuando hablo noto que me mira como no entendiendo mucho, aunque intuyendo algo, y sin duda poniendo freno a algo que ocurre dentro de si y que no quiere que se le note mucho. A ella, sinceramente, mis fraudulentas charlas de terapia motivacional no le van a hacer mucho efecto, ya que Jéssica es una empleada responsable, eficiente, cumplidora y por encima de todo valorada. Hace poco ha firmado un contrato indefinido, y ese día se mostraba contenta.
-Me lo he ganado yo sola, nadie me ha regalado nada... -me decia, en un discreto aparte que mantuvimos junto a la máquina del café. Jéssica es de ese tipo de chica que puede ser medianamente feliz con un contrato indefinido y algo de respeto profesional.
Hace poco, mientras lanzaba al pequeño grupo de trabajo una de mis improvisadas peroratas, se me ocurrió hacer una gracieta, un pequeño juego de palabras que no funcionó mal. Entonces miré a Jéssica, y ensanché mi sonrisa, de un modo sutil pero sin duda perceptible. Ella sonrió y al cabó pareció incomodada, pero aguantó mi mirada con ostensible satisfacción final. Jéssica es emocionalmente diáfana, sencilla. Pura, diría, de esas personas que no sabe disimular que algo le ha hecho ilusión. Tiene un rostro muy bonito, de ojos azul claro, mejillas sonrosadas. Alguien podría definirla como gordita de cara guapa. Y es cierto que no es precisamente delgada, pero nadie dudaría del atractivo de ciertas curvas con buenos cimientos. Su pechera es generosa, rotunda y absolutamente proporcionada al conjunto de su ensamblaje corporal. Lástima que toda su frondosa armonía se vea quebrada por unas caderas, aquí sí, del todo traidoras. Por ello, se le nota, Jéssica está más cómoda sentada que de pie, y al andar acentúa quizás innecesariamente su natural sentido de la discreción, y lo digo porque más de una y de dos petardas, con la mitad del balance final de la belleza de Jéssica se creerían quien sabe qué.
Un viernes, al salir de las oficinas de Prats-Fatjó, me senté en un banco de la Gran Vía, a fumarme uno de mis cigarrillos liados. No estaba a distancia de nada parecido a un hospital ni a un colegio. Fumaba sin la sensación de estar delinquiendo demasiado, cuando de casualidad apareció Jéssica, con su abrigo tres cuartos azul marino, y su bolso de señora. Bueno... ¿casualidad? Nunca se sabe bien bien si los encuentros casuales con las mujeres son enteramente fortuítos. El caso es que me tocó por la espalda, con un dedo.
-Anakin, ¿qué haces aquí?
-Hombre, Jéssica... qué casualidad....
-Sí, qué casualidad, ¿no?
En el sofá de casa de sus padres, continuamos la conversación que habíamos iniciado en la calle, de tranquilo paseo. conversación de chica sencilla, que te habla de cosas pequeñas e irrelevantes pero que no puedes dejar de escuchar con cierta sensación de bienestar. Jéssica hablaba por los codos, y Jéssica es de aquella clase de muchachas que una vez te han contado mil y una serpentinas inconexas, una vez las has escuchado y en tí han podido vaciar el depósito de su locuacidad, puede que que permitan iniciar sexo. A mí me apeteciía muchísimo, y noté, por la elocuencia de su silencio repentino, que a ella también. Le rodeé la cintura con mi brazo izquierdo, y le atornillé un beso suave pero decidido, al que respondió como la mantequilla que se funde hasta liquarse. No tardé en mesarle su pecho izquierdo, por encima de su blusa, acompasadamente. Nuestras lenguas jugaban cada vez mejor, y empezé a desabrocharle la blusa y a acariciarla por encima del sujetador. Pero yo quería ir a las superlativas redondeces de su culo y caderas. Me di cuanta que Jéssica se dejaba hacer sin objeción alguna, pero que había que hacer, así que le fuí quitando su tejano hasta quedar en ropa interior, tumbada boca arriba sobre el sofá. Tumbado cómodamente encima de aquel colchoncito sabroso, tierno, le bajé una mano hasta la nalga izquierda, mientras le seguia tocando los pechos, ahora ya desnudos. Así fui alternando una mano, otra, arriba, abajo. Y sin necesidad de temer por el equilibrio, me pude sostener tumbado encima de ella con ambas manos paseándose por nalgas y muslos, mientras mientras le besaba la boca, el cuello, o lo que me quedase a tiro. Y nada, en el momento oportuno le practiqué un masaje clitorial que la subió hasta las nubes. Acto sequido me desabroché el pantalón, y sin necesidad de penetrarla -por ahorrar la prosaica inquerencia sobre quien llebava preservativos-, con el miembro arropadísimo entre carnes generosas, me corrí con una premura y una duración que me sorprendió.
-Lo siento, Jéssica, te habré puesto perdida...
-No te preocupes, tengo cleenex a mano...
Y alargando su mano hasta la mesita del café, donde tenía el bolso, sacó un paquetito de pañuelos de celulosa.
-¿Puedo coger uno? -pregunté, educadamente.
Tres lunes más tarde, en la sesión de terapia ocupacional, me cambió el humor al comprobar que Jéssica no estaba allí. Hablé con desgana. Pensaba todo el tiempo en qué podía haberle sucedido. No quería ni pensar que por nuestro revolcón ella se hubiese lastimado o algo hasta el punto de huír. No lo creía. Era inverosímil, puesto que ella era, con casi completa seguridad, de esas personas que no espera mucho ni poco de nadie. De esas personas que reciben lo que venga con gratitud, y después Dios dirá.
En el casillero de recepción me informaron de que Jéssica había dejado la empresa, "ahora que la habían hecho fija, desde luego que rara es la gente", decía la recepcionista. Me alargó un sobre a mi nombre.
-Lo dejó hace tres lunes, insistió que te lo diera.
Leí. Caligrafía redonda, de estudiante aplicada.
"Anakin: gracias. Tus charlas me han servido un montón. Gracias a ti he visto quien soy y qué quiero. O más bien, qué no quiero. Espero que no te haya sentado mal que no te llamase después de aquella tarde en mi casa, tan bonita, que siempre recordaré. Me aproveché un poco de ti, o almenos tengo esa sensación. Simplemente pensé que yo sería para ti una chica más, por eso pensé que no había nada malo en lo que pasó. Yo lo sabía. Aún así, por aquello, gracias, también. Me sentí una reina, y mi autoestima subió como no te puedes imaginar.
Cuando leas esto estaré en India, trabajando para la fundación Chrisnamurti, cerca de Bangalore. Allí tengo una amiga que me pedía desde hacía tiempo que fuese con ella. Y allí estoy.
En mi tienes una amiga, y si alguna vez vienes por aquí no dudes en acercarte, si te apetece, a decirme hola.
Jéssica."
Ardua tarea es, y se demustra continuamente, vaticinar los efectos precisos de nuestros actos. Imposible tarea es -ya hablo como el Master Yoda- tratar de entender lo que pasa por las cabezas y los corazones de quienes nos rodean. Mejor. Si todo fuese previsible, la vida sería un asco rotundo, definitivo.
6 comentarios:
Niño, que clase de orgasmo le regalaste para que cambiara el destino de su vida? Sientete orgulloso.
Cuidado no te censuren a ti también con esos relatos. Un beso.
Fueron las charlas, Prin, sin duda... ;)
Besos y saludos
¿Has visto que el Noctas, ese tarado, está tan obsesionado por el sexo y los coños como tú?. Qué tendrá la basura que siempre huele igual, sea en una zahúrda sideral, como tú, sea en un despacho de abogados de tres al cuarto, como él. En Can Criteri la has liado parda como anónimo, 007 y últimamente como Eufemio. Siempre actúas como un cobarde que es lo que eres. Antes al menos aún sacabas a pasear la tizona de colorines, o sea tu maltrecha espada a la par que tu desquiciada calibosia. Ahora, ni eso. Y el Criteri llorando... padeciendo por su incomprendido ego, pero sobre todo por su desmedida curiosidad y buena fe que tú tan bien supiste explotar en provecho propio, ¡pobrecito!, tanto como le susurraste al oído, malnacido sudaca, para luego dejarle caer el la sima de su propia chafardería. Vaya amigo fuiste de nuestro pobre santurrón. Eres un vil y abyecto ser, ávido de sexo y auto-admiración. ¡Pobre Narciso venezolano!... embaucador de inocentes bloggers payeses e incautos. Dios te pillará y hará de ti un Querubín que lejos de guardar las puertas del Cielo, estará siempre enjaulado en su zoo particular, allí donde las almas van a parar cuando abandonan el cuerpo terrenal para siempre.
¡¡VAYA... QUE ERES UNA HAMBURGUESA SIDERAL, CHÉVERE!!; TE COMERÁN LOS CERDOS. SUERTE QUE TIENES DE NO SER MUSULMÁN.
Estás inspirado, Margarito, qué duda cabe. Meando fuera de tiesto, como siempre, pero inspirado.
Lo siento, pero a mí todo esto que me cuentas no me interesa lo más mínimo, así que no te esfuerces.
Hala, saludines
T'ha dao en los morros el Noctas eh?. Y el Criteri también. Sigue, sigue... no ganarás para hostias, je je.
Publicar un comentario