lunes, 14 de febrero de 2011

El Club de los buenistas: capítulo final

Entre Carla y yo van cayendo las barreras del contacto físico. A cada leve roce le sigue una intensa descarga de atracción, de deseo. Nos tocamos, muy civilizadamente, pero como perros en celo, de un modo cada vez más buscado y ostensible. Vernos y no tocarnos -una manita en un hombro, una carantoña en la mejilla- es ya insoportable. No es de extrañar, entonces, que hoy hayamos acabado metidos en el cuarto de las escobas. Era inevitable. Carla es menuda, y sujetándola por sus nalguitas de manzana respingona me la he subido hasta que, abierta de piernas, su pelvis ha quedado contra mi paquete. Eso sí, con los pantalones aún puestos. Me miraba, con sus ojos de esmeralda incandescente, algo temerosos, cerrándolos justo en el momento en que abría su boquita de Fantanaranja y pegaba sus labios a los míos. Empezaba a notar la dulzura de su lengua cuando han sonando dos breves y antipáticos golpes en la puerta metálica del exiguo cuartucho. La he estrechado contra mi, como un Adán protector sorprendido por Dios en el Paraíso. Sus negros tirabuzones eran, en mi rostro, una invitación al confort perpetuo, mullido como el pan caliente. En silencio, han transcurrido pocos segundos, y después otra vez los golpes.

-Anakin... -decía una  voz, desde fuera. tratando de ser discreta.

Era Alfredo, el encargado. He abierto. Con cara de circunstancias, he atendido a lo que me quisiese decir. A la fuerza ha tenido que ver a Carla, mal disimulada detrás de unas mopas, con un cubo de plástico azul vuelto del revés tapándole la cabeza.

-Anakin, tío, que os he visto. A mi me da igual, pero te advierto que hay cámaras por todas partes, no hagas el tonto, ¿vale? Tú mismo, que ya sabes cómo las gastan estos cabrones de TMB.

-Vale, vale.

Y ha cerrado.

Carla se ha quitado el cubo, y hemos mirado por los cuatro rincones del techo. Efectívamente, ahí había una cámara, pero por suerte... un paño de quitar el polvo cubría el objetivo. Alguien antes que yo habría usado ese cubículo para sus fines ocultos. Pero es bien cierto que de repente me ha entrado un ataque de prudencia. Por un euro de menos en el recuento, echaron a un conductor de autobús. Les sería fácil darme puerta, y a Carla también, alegando "uso indebido de las dependencias de la empresa".

He abierto una rendija, esperando el momento adecuado para salir. Primero yo, después Carla, o a la inversa, daba lo mismo. Pero justo en ese momento he entrevisto una figura conocida merodeando por el vestíbulo adyacente, una silueta que reconocería en cualquier rincón del mundo: andares extraviados, mirada de loco tras sus gafitas redondas. Sí, era Ian, con su tomo de "El Club de la lucha" bajo el brazo, y eso significaba algo. He vuelto a cerrar.

Un Jedi percibe cualquier perturbación en la Fuerza, y eso era justo lo que estaba sucediendo en ese instante: I got a bad feeling about this, dicen en la películas. Notaba una turbulencia intensísima que gravitaba cada vez más cerca de Carla. Y de repente lo he visto todo claro y en technicolor.

-Carla, cariño, ¿tú tienes Facebook?

-Sí, ¿por qué? ¿Pasa algo?

-¿Has agregado recientemente a un tipo llamado Ian?

-Sí, ¿por qué? parecía majo...

-Es peligroso.

-Pues vaya mierda... nunca lo hago, ya sé que hay mucho tipo sin crepúsculos por ahí suelto...

-Crepúsculos no, escrúpulos. ¿Qué pone en tu Facebook?

-Nada, lo típico, mis cosas, sentimientos, vivencias...

-¿Hablabas de mí?

-Bueno un poco... lo siento, quizás no tenía... ¿tengo que asustarme, Anakin?

-Espero que no, pero ha sido un...

-Ya, un craso favor...

-No, un flaco error... no, coño, un craso error. Bueno, da igual. Ahora saldremos de aquí, tú detrás mío, y en cuanto te diga echas a correr.

Salimos. Al vernos, Ian, montado en cólera, se acercó. En seco paró, y sacó la pistola. Tiró el libro al suelo y apuntó.

-Anakin, traidor. Te mezclas con lo insano, con la plebe enferma. No controlas tu polla bastarda. Ahora apártate, he de acabar con esa pulga insana, con ese tumorcillo social que apesta, como tú, a mentira, a mierda envuelta en lacito rosa, que es lo que soys todos. Apártate. Primero ella y luego vas tú.

Tras de mí, Carla temblaba.

-Ian, si tanta sed de limpieza tienes empieza por esos dos que te dije, el Oriol y el otro, el del piso patera. Pero olvídate de Carla, o te mataré yo a ti.

-No sufras, esos dos piojos ya lucen esquela en los periódicos. ¿Es que no lees, anakin? ¡Aparta, perro!

Total, que así nos hubiésemos tirado horas, y ya empezaba a congregarse gentío alrededor. Sabía que Ian, ciego de fanatismo -folla poco, o nada- acabaría disparando. Pensé en emular a Buffalo Bill en su más celebrado número circense, cuando con los dientes atrapaba una bala en plena trayectoria. Podría ser un buen regalo de cara al público, que al fin y al cabo pensarían que todo aquello era una performance. Pero decidí algo más clásico: desplegar el láser azul de mi light saber e interceptar el curso del proyectil. Seguramente se fundiría. Aunque bueno, la mancha de plomo líquido caería al suelo y aún la tendría que limpiar yo.

Al final, Ian disparó. Vació el cagador, entero. Repelí las balas con la espada, como está mandado, y por ello Ian se vio durante unos segundos completamente desconcertado. Después se enconó, a pecho descubierto, contra nuestra posición. Justo cuando se precipitaba sobre nosotros, volví a encender el láser. Ian quedó atravesado, fruto de su propio ímpetu. Un intenso hedor a grasa quemada impregnó el espacio, y una exclamación de horror recorrió la muchedumbre.

Me supo un poco mal. El proyecto de El Club de los Buenistas no tenía mala base, pero era absolutamente delirante en su faceta práctica. Pobre Ian, pobre fanático mesiánico. También me sabía mal porque de esas perdería definitivamente el curro. Pero bueno, ya encontraría otro. A mi no se me caen los anillos. De momento, tan solo me quedaba un pequeño autodestierro -puntual- a mi Tatooine natal. En dos segundos estaba allí, y la brigada del Cos de Mossos d'Esquadra ya recogría los restos del sarao. Ya volvería cuando todo el episodio hubiese caído en el olvido, y a fe que sería pronto. La gente es sumamente voluble y olvidadiza.

Cogí a Carla por la cintura, y en un plis nos plantamos en Taooine. Fuimos directos a la granja de humedad de mi tío Lars -bueno, era tío mío, o de mi padre... esto ya no sé si lo he vivido o lo he visto en película...

Carla y yo teníamos una bonita cuenta pendiente, un bello asunto por concluír. Nos desnudamos. La tumbé en un jergón, austero y milenario. Lamí sus pechecitos tersos y duros, lamí todos los rincones de su epitelio. Carla, flexible como un junco, salvífica como el trigo, veraz como el humus esencial, jadeaba harmoniosamente mientras la penetraba a fuego lento. Y sus jadeos se confundieron con la bella cadencia sonora que, cada atardecer, en Tattoine, toma la forma de dos soles en ocaso.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Ostia, pero que plasta y cargante eres, tío. Cuando pergeñas estos, digamos, escritos ¿no te quedas dormido?. ¿De qué vas exactamente, tú peasso escritor fracasao?. ¿De dónde provienen esas enfermizas fijaciones que te persiguen por doquier?. Atrévete a explicarlo en "román paladino". Yo te escucho.

Anónimo dijo...

Anònim ha dit...
Dilecto Criteri, todo sigue igual, son los mismos y las mismas, creía que algo cambiaría, pero no. saludos cordiales desde la piscifactoria de besugos y morenas. Dumbo.

Maya dijo...

WTF

Anónimo dijo...

Anakin ha dit...
El orgullo no es malo, Criteri, cuando es llevado sin ceguera y con elegancia. El orgullo no engaña, mientras que la humildad, a veces sí. No en vano existe en nuestro idioma la expresión "falsa modestia".

Saludos a ti y a Damien, desde Tatooine-Singerlin

11 de febrer de 2011 20:17

!!!Que caradura que tienes muchacho¡¡¡ Lo tuyo es de escándalo, mira que hacerle la pelota a quien te barró el paso en su blog cuando eras ya sabes quien.

Anakin dijo...

Hablando de peloteos, Margarito, tú si eres experto en ello y sin el más mínimo escrúpulo. Te recuerdo que a mi me peloteaste de lo lindo cuando me tenías de "aliada" en tu acoso contra Damien de Solo que en ese entonces tú eras... ¿Edurne Noel? ¿Pibernat?
"A tal señor tal honor", decías, ¿recuerdas?
Solo que da la casualidad que "esa" que crees que soy, pues no, no lo soy, rey mío. Pero eres tan toooooorpe, y sobretodo tan necio que no hay forma que te enteres de nada. Nunca los necios son demasiado espavilados, ya se sabe.
Hoy tambien la cagaste, Burt Lancaster.
Aunque por mí puedes seguir así de majo. Aunque muy tontolaba y algo cansino, no me molestas.
Saludetes desde Tatooine

Anónimo dijo...

(...) Marujita Díaz.

Anónimo dijo...

"A tal señor, tal hedor... rey de la zahúrda".

Anónimo dijo...

"sobretodo", va separado y "espavilado" va con "b"... que pena das... Anakin, tú que siempre me atacas. Pobrecito sudaca... ¿a qué viniste?, chévere. ¿A qué obedece tu fijación por Margarito?... cuenta, cuenta que yo, te escucho.

Anónimo dijo...

¿No era desde la barriada de Singerlin, desde dónde te despedías últimamente, crack?

Anónimo dijo...

¡Vaya basurita "relatora" estás hecho pequeño!... ¡Anda, vuélvete a Maracaibo que te esperan tus papás!