miércoles, 6 de octubre de 2010

El club de los buenistas (capítulo 3)

Mónica, mi compañera de piso.

Mónica, cuerpo apetitoso, anatomía ondulante. Tez tersa, dientes de felina mordedora. Mónica, bonito rostro, perfecto para anuncios de esos en que una chica muerde una manzana mientras te mira diréctamente a los ojos, más allá de la pantalla. Da igual si se anuncian manzanas o bonos de telefonía móbil. Mónica, piénsalo.

Mónica, pelito corto -media melena- flequillo a la moda, baño color caoba. Pendientes de aro, sombra de ojos a lo Avril Lavigne. Mónica, para comérsela y para que te coma.

Mónica vuelve de gira. Ella le llama gira, pero en realidad no han sido más que un concatenación de actuaciones por pueblos del Aragón profundo, Cuenca, Lérida. La dejan agotada, insatisfecha, frustrada y no-artista. Mónica es artista, pero trabaja de no-artista en una orquestucha de baile.

Mónica llega de su reciente gira con su voracidad erótica por las nubes. Mónica y yo pactamos en su día una serie de encuentros corporales, a ejecutar sin compromiso ni proyección ilusoria alguna, pero en relación a esto último hoy mónica ha faltado a su palabra: después de una saludable sesión doble, con penetraciones en tendido prono y tendido supino, se ha puesto en modo emotividad frágil y ha provocado un rifi-rafe entre nosotros. Me ha inquirido sobre mis relaciones pretéritas, y le ha cabreado sobremanera el saber que durante un tiempo una conocida suya, Meritxell, la que iba para controladora aérea fue medio pareja mía. Se ha ido de la cama rebotadísima, y no me ha dejado hecho el café postcoital al que me tiene acostumbrado. Nada, que he abierto mi Moleskine y he anotado una expresión de la que me enorgullezco: "celosa retroactiva".

Bueno, un poco así es Mónica. Persona de equilibrio baladí, pero al final se le pasa todo lo concerniente a sus complicaciones y rarezas. Por eso me he quedado tan pancho y hasta he conseguido conciliar una aceptable siestecilla, que he apurado hasta cinco minutos antes de la cita de hoy.

Porque hoy, quizás no lo sapan, he recibido a mi segundo aspirante a miembro del Club de los Buenistas.

(La espada, sobre todo, que no se me extravíe)

A las seis en punto aparece Alejandro T. Un tipo con labia, treintañero, fiestero. Me cuenta su historia, para mondarse, seguramente. La resumo:

Los padres de Alejandro T., cansados de aguantar a su hijo en casa, -música a tope a horas intempestivas, aún de subidón por los efectos de la coca, monopolio del mando a distancia, parasitismo doméstico, exigencias gastronómicas, exigencias de todo tipo... pues eso, que los padres, viendo que Alejandro T. no se emancipaba decidieron emanciparle. Adquirieron unos bajos en San Adrián, y los reformaron. Todo nuevecito, diseño Ikea, pero nuevecito. No, si se ve que entre una cosa y la otra le quedó un pisito monísimo, al que se trasladó el pimpollo.

Se ve que a Alejandro T. los trabajos le duraban poco -vago, mentiroso, escaqueado, carga-muertos- pero que a base de pico y lametón siempre conseguia otro curro sin demasiada dificultad. Pero un día se hartó, justo ese día, porque ese día vio la luz. Porque Alejandro T. es, qué duda cabe, un tipo listo.

Se ve que vendió todos los muebles, e instaló camas. Entró en el negocio de la cama caliente: inmigrante que se levanta, inmigrante que se acuesta. Para rellenar los espacios vacíos puso sillas, que en una silla también se puede echar un sueño, qué coño, tantas tonterías tienen esta gente, no se podían comer un tomate, y ahora con exigencias. Total, que a Alejandro al final le salieron los números, y bien bonitos que le iban saliendo. Tan solo había un problema: allí, entre tanta variopinticidad, entre tanta respiración durmiente, entre tanta policromía humana, él no podía vivir acorde con su condición de pijín de primera generación. Así que, naturalmente, decidió volver a vivir en casa de sus padres.

-Y qué, -me decía, todo orgulloso, al término de la historia- ¿no es eso ser buena persona? ¿solidario? ¿pro-tercer mundo?

-Estoy impresionado, Alejandro -le dije yo.

-Entonces qué, paso la prueba, ¿no?

-Lo más seguro que sí. De todas formas, dejemos pasar unos días, y ya te llameremos.

-¿Cómo que ya me llamareis? -pareció muy molesto al darse cuenta de que no obtendría un "sí" inmediato.

-Pues eso, que... ya te llamaremos.

Mónica se mondaba con la historia de Alejandro, el listillo de San Adrián, cuando se la conté luego. Ya se le habían pasado todos los cabreos, y fumaba en el balcón, alegre de la vida, mientras me imploraba que le dejase asistir a las próximas entrevistas. Le dije que sí, y aún se puso más contenta.

-¿Un café, Anakin? -me dijo. - ¿O mejor después?




2 comentarios:

Sombrero de copa dijo...

Ja ja ja ja, miserable troll de la blogosfera; hijo espúreo de unalunarara, mequetrefe manipulador de almas cándidas como Criteri. ¿Te crees alguien digno de ser leído?. Ja ja ja ja... pobrecito. Sólo Criteri mordió el anzuelo. ¡¡Cómo le comiste el coco!!, truhán.¿Adónde vas con una espada que se vende en E-Bay por 160 euros? ¿Tan rematadamente imbécil eres que exhibes tu infantil tara a todo quisque que frecuente tu excéntrico blog y de la espada?. Vaya, tu dedicación en el primer blogspot, me honora. Se nota tu homosexualidad latente
y, sobre todo, tu fijación en mi esfínter anal por el cual, seguro te gustaría introducir, tus menguados atributos. Pues... jódete porque será que no, rey -o reina-.

Sombrero de copa dijo...

Por cierto, parece que se te quitaron las ganas de susurrarle nada al oído del nuevo e interesado coleguilla tuyo "Criteri", a pesar del aburrimiento que decías padecer. ¿Se te fundió la espada quizás y acabó cortocircuitando tus escasas neuronas, dejándote más seco que el mojama o es que simplemente ya has constatado que no tienes nada que hacer, lejos de tu sacralizado Singuerlin natal, lejos de la purria habitual que te rodea?. ¿Sigues oliendo a zahúrda sideral, majete? ¡Caramba!, con tus análisis de la cosa aquella... tanto esfuerzo para no conseguir nada. Se nota que vives de subvención. ¡Vaya, que eres un parásito!.