Todo era falso. Padmé Amidala no estaba embarazada. Era una sucia treta para seguir viviendo de gorra en mi ático con vistas al polvo de Tatooine. Es fuerte, pero no está embarazada, y esto tendrá sus consecuencias. De entrada, ya no habrá ni princesa heredera -Leia, con ensaimada en cada oreja- ni sobrino granjero en Dakota, desesperado por no poder servir en el ejército de los buenos. Ah, y parece que George no contaba con eso; yo me figuro, entonces, que pronto le lloverán miles de denuncias, fundamentalmente de usuarios de videoclub que, tras haber pagado religiosamente su cuota, se encontrarán con un atasco argumental fabuloso: ¿de qué chistera, cual conejo fraudulento, habrán salido el rubito bueno, la mojigata de Elche, y por extensión Han Solo -el Jack Sparrow de las Galaxias- y su Karim Abdul- Jabbar disfrazado de perro? Se va a liar la de San Quintín, pero esto no será ya mi problema.
Yo solo sé que se me partió el alma al tener que echar a Padmé. Al principio sollozó, pero en seguida afloró su dignidad de orgullosa niña bien, y encendiendo su último Gold Coast se dio media vuelta y desapareció.
Ya me lo advertían: demasiada princesa para tan poco hijo de esclava, Anakin. En el fondo nunca te quiso. En cambio, la pobrecita Ashoka... esa chica sí era para ti. Con los ojitos con que te miraba... lo mal que la tratastes...
A todo esto, he dejado Tattoine. Nunca hay que cometer el error de permanecer en el lugar donde un día fuiste feliz. He dejado Tatooine y me he venido a la Tierra, y por suerte en seguida me ha salido curro: friego el vestíbulo de la estación de metro de Singerlin. No es un trabajo difícil: solo tengo que tener la precaución de no mezclar lejía con salfumán, pero no por ello me considero un científico. Solo tengo que distribuír las pasadas de mocho con criterio, sin repetir baldosa, pero no por ello me considero un geómetra.
Pero no se acaba aquí mi suerte: en Badalona capital he encontrado un pisito compartido con una cantante excéntrica que estos días está de bolos con la Orquesta Mixolidia. Se llama Mónica, y siempre se queja, porque cada verano tiene menos trabajo. "Operación Triunfo lo ha jodido todo", no para de repetir. Parece un disco rayado, pero a parte de eso se la ve enrollada. Me deja usar su ordenador, y es capaz de entender que mi tolerancia a la suciedad es de 9 en una escala 10, cosa que con Padmé nunca hubo manera.
El problema principal que tengo, ahora mismo, es el exceso de tiempo libre. Por ello le doy vueltas a la cabeza con poca interrupción, y estoy barajando posibilidades del todo disparatadas, como por ejemplo presentarme a las elecciones municipales por alguna lista potente, pero dudo que lo haga; el trato con la gente cada vez se me hace más insufrible, y para la política ya se sabe: lamer, lamer, y lamer.
Quizás, y esta posibilidad es mucho más plausible, intente que one of my dreams comes true. Mi sueño de hace años: montar un cásting. Ver pasar a gente, sondear sus cualidades y, al final, ante su mirada implorante, cargada de incertidumbre, de miedo y de verdad, decirles: gracias, ya te llamaremos.
Un cásting, sí.
Raudo y veloz, he corrido, esta misma mañana, al ordenador de Mónica. He inundado la red con un mensaje: "Se convoca cásting para ser famoso. Único requisito: ser una buena persona. Razón, aquí mismo".
Y para saciar mi terca sed de romanticismo, me he rascado el bolsillo y he publicado este mismo mensaje de convocatoria en un periódico de papel y tinta china. La Vanguardia, decano de los periódicos rotativos de mañana y tarde, de ayer, hoy, y siempre.
Un cásting. Alguien morderá el anzuelo, no lo dudo.
Yo solo sé que se me partió el alma al tener que echar a Padmé. Al principio sollozó, pero en seguida afloró su dignidad de orgullosa niña bien, y encendiendo su último Gold Coast se dio media vuelta y desapareció.
Ya me lo advertían: demasiada princesa para tan poco hijo de esclava, Anakin. En el fondo nunca te quiso. En cambio, la pobrecita Ashoka... esa chica sí era para ti. Con los ojitos con que te miraba... lo mal que la tratastes...
A todo esto, he dejado Tattoine. Nunca hay que cometer el error de permanecer en el lugar donde un día fuiste feliz. He dejado Tatooine y me he venido a la Tierra, y por suerte en seguida me ha salido curro: friego el vestíbulo de la estación de metro de Singerlin. No es un trabajo difícil: solo tengo que tener la precaución de no mezclar lejía con salfumán, pero no por ello me considero un científico. Solo tengo que distribuír las pasadas de mocho con criterio, sin repetir baldosa, pero no por ello me considero un geómetra.
Pero no se acaba aquí mi suerte: en Badalona capital he encontrado un pisito compartido con una cantante excéntrica que estos días está de bolos con la Orquesta Mixolidia. Se llama Mónica, y siempre se queja, porque cada verano tiene menos trabajo. "Operación Triunfo lo ha jodido todo", no para de repetir. Parece un disco rayado, pero a parte de eso se la ve enrollada. Me deja usar su ordenador, y es capaz de entender que mi tolerancia a la suciedad es de 9 en una escala 10, cosa que con Padmé nunca hubo manera.
El problema principal que tengo, ahora mismo, es el exceso de tiempo libre. Por ello le doy vueltas a la cabeza con poca interrupción, y estoy barajando posibilidades del todo disparatadas, como por ejemplo presentarme a las elecciones municipales por alguna lista potente, pero dudo que lo haga; el trato con la gente cada vez se me hace más insufrible, y para la política ya se sabe: lamer, lamer, y lamer.
Quizás, y esta posibilidad es mucho más plausible, intente que one of my dreams comes true. Mi sueño de hace años: montar un cásting. Ver pasar a gente, sondear sus cualidades y, al final, ante su mirada implorante, cargada de incertidumbre, de miedo y de verdad, decirles: gracias, ya te llamaremos.
Un cásting, sí.
Raudo y veloz, he corrido, esta misma mañana, al ordenador de Mónica. He inundado la red con un mensaje: "Se convoca cásting para ser famoso. Único requisito: ser una buena persona. Razón, aquí mismo".
Y para saciar mi terca sed de romanticismo, me he rascado el bolsillo y he publicado este mismo mensaje de convocatoria en un periódico de papel y tinta china. La Vanguardia, decano de los periódicos rotativos de mañana y tarde, de ayer, hoy, y siempre.
Un cásting. Alguien morderá el anzuelo, no lo dudo.
2 comentarios:
¿Castings? ¿Grupos de fusión transcontinentales? ¿Personas que ejercen de buenas personas? Aquí huele a década de los dos miles... ¿Cómo será esta década que ya ha empezado? ¿Desolada como los páramos de Tatooine o estéril como el suelo del metro de Singuerlin? Ahhh, tantas y tantas preguntas... saludos reverenciales.
Ay, mi buen camarada verdecino... me temo que entre desolación y esterilidad andará -o anda ya- el asunto.
Lo mismo para usted.
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