miércoles, 19 de enero de 2011

El club de los buenistas (capítulo 7: todo se complica)


Mónica, endiosada, encumbrada, aclamada, en la cresta del show business más vacío y enajenador. 
Mónica, astuta felina, cada noche me huele como esperando percibir el perfume de otra gata. No, los pensamientos no tienen aroma, pero su afinada sensorialidad detecta una turbación en mi interior.
Mónica, bestezuela territorial, quiere, ahora que domina el Macrocosmos del estrellato, dominar también el Microcosmos de mi cama. Y ya está en camino de quererse adueñar del Microcaos de mi mente, batida por fuertes oleajes de confusión, procedentes de una sístole y una diástole excesivamente contaminadas de deseo eréctil.
Mónica, muñeca frágil y celosa, niña mimada y caprichosa, se sisenta sobre mi sexo, erguida, cual diosa  que ejerce todo su  poder vencedor. Y la siento, la toco, y el Todo y la Nada se funden en todos y cada uno de los huecos que deja el exactísimo catálogo de sus curvas. 
Mónica, diabólico metrónomo, marca los tiempos exactos que debe durar mi tránsito hasta el orgasmo, una explosión de luz y vacío cuyas partículas llegan a salpicar el mismísimo rostro de Dios.
Pero algún día -quizás pronto- en pleno éxtasis me abrirá el cráneo con sus uñas y descubrirá, ahí dentro,  el cascabelito de Carla batiendo sus alas, revoloteando alrededor del corazón que ella nunca logra ganar.

Y sigo sin noticias de Ian.

Hoy ha vuelto Carla al curro. Hemos hecho brillar las baldosas de la estación, bailando el Vals de los Mochos, y los usuarios de TMB nos han dedicado un merecido aplauso.

sábado, 1 de enero de 2011

El club de los buenistas (capítulo 6: Carla)

Pasaron muchos días sin que tuviese noticias de Ian. Y me extrañaba. En algún momento pensé que quizás estuviese haciendo la guerra por su cuenta, y por eso me entretenía en buscar breves en algunos periódicos reportando algún hecho luctuoso, del tipo

Aparece muerta una infeliz dependienta de boutique de El Bulevard Rosa, muy dada a elogiar los bustos de las clientas.

Hallan sin vida el cuerpo de un celador de ambulatorio excesívamente melifluo en el trato con los usuarios del sistema de salud público

Estudiante de hostelería, rubia sin atractivo pero con pretensiones, mure con un extraña mueca de placer en la boca

Pero al cabo pensé que los periódicos no publican titulares de este tipo. No, Ian estaría hibernando, cobijando nuevas ideas. O quizás se estaba echando para atrás y no era más que un payaso más, con mucha boca y pocos guts.

Pero esta mañana me ha llamado. Me ha puesto al corriente de sus pasos recientes. Me ha dicho que se ha dedicado a elaborar una lista de personajillos de Facebook, de esos que aparecen fotografiados con copas en la mano, mostrándose en su ficticia felicidad fiestera en discotecas y otros centros de aborregamiento colectivo.
-Anakin, quien publicita su felicidad no es más que un miserable infeliz. Merece ser borrado de la faz de la sociedad.
-De acuerdo, pero, ¿Y el programa de ejecuciones?
-Ya te informaré. Nombres, sitios, caras. Llevamos retraso, Anakin, y la estupidez crece exponencialmente. Déjalo en mis manos, pero prepárate para una intervención rápida, quirúrgica.
Así hemos quedado.

Ha habido novedades en el curro. Me han nombrado Jefe de Barridos y Fregados, y, lo más sensacional... me han asignado una padawan. Una discípula, a quien debo instruír en el noble arte de la pasada y repasada de mocho. Se llama Carla, y pese a ser un retaco, tiene un cuerpecito endiabladamente explosivo, una cabellera negra y rizada y unos ojazos verdes de Sherezade mesopotámica. Es viva, graciosa, lenguaraz, descarada y tierna. La Fuerza me ha escuchado: yo pedí una Ashoka, un angel balsámico que me permitiese resarcirme del dolor por haber perdido mi tiempo con Padmé Amidala, y me ha complacido. Hay miles de Ashokas, da igual el color de sus ojos. Cierto es que el azul-piscina de la Ashoka real no lo veré nunca jamés en ningún rincón de la galaxia, pero da lo mismo.

Carla suspende en el instituto. Su padre la ha puesto a trabajar. Carla, mientras fregamos el vestíbulo de la estación, me pide que repasemos morfosintaxis. Sintagma nominal, sintagma verbal, oración pasiva refleja, subordinada adverbial. Me luzco y me hago el chulo, para impresionarla. Algo pilla, no te creas.

Carla quiere que le diga las cosa tal y como son. Le gusta que la trate como a una chica mayor, y no la sermoneo. Solo le digo lo que yo haría, recalcando que ella tiene derecho a hacerme caso o no, que es libre. Cuando se mete a fondo en sus propias reflexiones habla y habla,  se despista y me cambia el nombre. Un día hasta me llamó "mama", y nos reímos un montón.

Hoy no ha venido, y la he echado de menos. Hoy solo me ha llamado Ian, y voy a ser sincero, me ha hecho cambiar el humor. Me ha puesto de un humor extraño, oscuro, feo.

No, no creo que me enamore de Carla, pero sí creo que la querré a rabiar. Solo espero que Mónica no se entrometa.