Desperdicié mi tiempo con Padmé Amidala, y no me llevó a nada, cuando el tiempo en que ignoré a Ashoka hubiese sido el tiempo que me hubiese llevado a una cierta estabilidad emocional. Pero eran tiempos de Jedis -hoy ya no- y teníamos otros menesteres que juzgábamos más importantes: ser fieles a un mandato supremo, combatir y fortalecer nuestra idea de lo que tenía que ser el Universo y de lo que teníamos que ser nosotros mismos. No, no había tiempo ni para amores pequeños, aunque verdaderos.
Cuando pienso en ti, Ashoka, me atenaza el pellizco del vacio en mi estómago, un retorcimiento de arrepentida culpabilidad. Pero por puro egoismo, y me lamento por mi casi tan igual que por ti.
Desde donde estés, Ashoka, envíame un angelito que sea como tu. Envíamela al vestíbulo de Singerlín, aunque sea con bata y fregona, y pañuelo en la cabeza. Envíame lo pequeño, que de grandezas ya estoy harto, cansado y decepcionado.